Al comenzar las prácticas en SAPAME, no tenía mucha idea de lo que era el ámbito de la salud mental, no me sentía muy preparada. Un poco de cerca, todos tenemos algún conocido que acude a las consultas de los profesionales de la psiquiatría y/o psicología, pero poco más. Mis escasos conocimientos sobre este ámbito fueron creciendo poco a poco, en SAPAME el ambiente es de cooperación, de solidaridad, me involucraron desde el principio en las tareas que realizaban y pusieron a mi disposición la documentación y la orientación personal necesaria. Cuando SAPAME comenzó eran pocas las posibilidades que tenían para abrirse paso, nadie confiaba en ellos, ya que eran una Asociación de USUARIOS Y USUARIAS de salud mental, algo que rompía el molde. Se reunían y conversaban sobre sus experiencias en cuanto a su enfermedad y a la calidad de los servicios que recibían. Así dieron comienzo los Grupos de Ayuda Mutua para la recuperación de las personas con trastorno mental grave, donde de igual a igual se aprende. Fue el trabajo constante y la perseverancia, por lo que todo esto dio sus frutos, y ahora los GAM van a empezar difundirse en el resto de Asociaciones de Usuarios/as de salud mental de Andalucía. Es de admirar cómo se trata en SAPAME a las personas. Ellas son lo importante dentro de la Asociación, las que deciden qué hacer y cómo: son el motor del cambio. Aunque en un comienzo me sentía un poco insegura, las personas de dentro me han demostrado su cariño y empuje, todo el mundo tiene algo que enseñar si te prestas a que te enseñen. Puedo decir que he conocido a personas que desde la humildad saben más de la vida que otras que se las dan de sabidos. Hay que destacar como José Manuel y María Salazar saben en cada momento cual es el estado de ánimo de cada persona, sabiendo si en ese momento se les puede ayudar o no, algo que, como ellos mismos nos han dicho, se adquiere con el paso del tiempo y mucha práctica. De ellos, estoy segura que tanto Ada como yo, hemos aprendido mucho, de lo referente a la salud mental, pero sobre todo lo que tiene que ver con las relaciones humanas.
“Un día cualquiera en SAPAME comienza dando los buenos días a María. Ella es la primera en llegar, siempre delante del ordenador, pendiente de las convocatorias que surjan o atendiendo alguna llamada telefónica. Poco después, viene José Manuel con su maleta llena de documentos. Surgen las conversaciones, vienen los socios y socias a participar en su taller respectivo o simplemente a charlar, se acercan curiosos a preguntar qué es lo que hacemos, el teléfono suena… La oficina tan pequeña como es, y todo lo que da de sí, siempre llena de gente. Ada y yo podemos estar publicando alguna noticia en el blog (por ejemplo), y de repente llega X. X se encuentra mal, X está llorando e intenta ocultarlo… “Déjalo que salga, no te lo guardes…” son las palabras que se escuchan, las que te invitan a vivir los sentimientos que estás sintiendo en ese preciso instante, porque si los reprimes tarde o temprano te van a hacer más daño. Sin embargo, en cualquier otro lugar bien podrían haber usado las de “Tranquilízate…”, esperando a que la persona dejara de armar alboroto. En SAPAME el apoyo y motivación de las personas es una labor que nunca se abandona, aunque si hay que frenar a alguien, porque le falte el respeto a otro, se le frena”.
Otras actividades en las que he participado fueron la barbacoa, visitas a exposiciones, el estreno del documental “Yo también sueño” de FAISEM, una excursión a La Alfaguara, la visita nocturna a la Alhambra y el “VI Encuentro de Asociaciones de Usuarios/as de Salud Mental de Andalucía”. Éste último, un momento muy especial después de tanto tiempo y trabajo para su organización, me di cuenta el día de antes de su celebración de que hasta yo estaba nerviosa al no poder dormir. Estoy orgullosa de saber que he colaborado en la realización de este evento, de saber que personas con dificultades se enfrentan cada día a sus problemas y que se aúnan porque saben que juntos vamos a tener más voz.
En fin, las despedidas se me dan muy mal, os voy a echar de menos.
Mil besos, Cristina.