El periodista Andrés Aberasturi publicó el viernes este breve e interesante artículo que podéis leer a continuación o bien verlo en su ubicación original
Sorprende que a estas alturas una buena parte de la sociedad española siga aún siendo reticente a todo lo que suene a psiquiatría mientras que una minoría –por ahora– sigue los pasos de Woody Allen y tienen psicólogo de cabecera. No hay demasiados términos medios. Pero preocupa y entristece especialmente que tanta gente que sufra en silencio depresiones serias, ansiedad, ataques de pánico, fobias y un largo etcétera de disfunciones que hoy tienen cura o tratamiento capaces de devolver a una vida cotidiana normal a quienes esos problemas controlan su vida y la condicionan. Ése es el momento de acudir al psiquiatra, cuando lo que le pasa a uno, lo que uno siente, le impide hacer una vida normal.
Se celebra el Día Mundial de la Salud Mental como otro día se celebra el día de la hipertensión o de la diabetes. ¿Tanto cuesta entender que todo son enfermedades y que, por lo tanto, ir a un psiquiatra no significa estar loco o ser un tipo raro? Y lo peor es que no suele ser el propio enfermo el que se niega, sino su entorno familiar al que le parece una exageración cuando no un disparate acudir a un profesional. Y una cosa que llama la atención es que el nivel cultural no sólo no parece influir en ese rechazo sino que, por razones que tendrían una lamentable explicación, son precisamente las familias con mayor educación las que más se oponen –siempre es malo generalizar– a reconocer algo tan absolutamente sencillo y elemental como que uno lo mismo puede padecer una úlcera de estomago como una depresión.
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