El sol tan
deseado ya en estas fechas fue generoso y el follaje de los pinos protector.
Verde, verde, verde, flores silvestres y agua en los regueros.
Entre todos
desgranamos las habas y pronto se puso Juan Antonio a la faena de prepararlas
con cebolleta (también del huerto), panceta y huevos fritos.
El resto
paseo campestre y quien no gustaba de ello, descanso al sol, contemplación o
charla generosa.
Tras el paseo,
más charla que te charla. Más fuertes y constantes fueron nuestros trinos que
el de los pájaros.
Llego el
gran momento, la comida esta lista y con diligencia todos nos agrupamos a comer.
Rico, rico, rico, RIQUISIMO, nuestro cocinero se merece una estrella Michelin.
Más tertulia
o somnolencia de sobremesa y llegada la media tarde de nuevo Juan Antonio
enciende la plancha y un bocata calentito de carne para cada uno. Insisto, una
estrella Michelin. Bien alimentados
decidimos la marcha a una cafetería de carretera para poner el broche final a
la jornada.
Que hermoso
día, que mágico y lleno de vida estaba el campo, belleza y vida que nos empapo
y nos llevamos a casa.
Con ganas de
repetir:
¡¡ A las ricas habas de Sapame!!
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