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viernes, 27 de enero de 2017

Reflexiones del Taller Literario en Sapame

Las sesiones en SAPAME son siempre tiernas y esperanzadas. El ritmo de las mismas lo marcan, al fin y al cabo, quienes conforman el grupo, y lo que observo es que la delicadeza es máxima entre sus miembros. Y el respeto. Y el cuidado. Quienes nos acompañan SAPAME son luchadores. Huyen de ocupar un papel entre las víctimas, porque no se sienten así. Hay una comprensión clarividente del mundo. Hay la sensatez de quien ha tenido miedo, pero que cada vez tiene menos, porque sabe que no está solo. Que hay quien le escucha. Quien le percibe. Quien le abraza en un sentido amplio. Estar en SAPAME es no estar solo.
En las sesiones de SAPAME se habla de todo un poco. Las lecturas son nuestro hilo conductor, pero decidimos qué giro darles. Un poema sobre el sentido de la vida puede llevarnos a elogiar al huevo frito como la maravilla de las maravillas. Y ha ocurrido que leyendo a Séneca, hemos hablado sobre amigos de la infancia, sobre nuestros animales, o sobre la compañía que nos hace encontrarnos con el mismo desconocido a diario, sin que la costumbre de verlo nunca llegue a conseguir que se desprenda de su valor anónimo. Y hemos hablado de lo que amamos y de quienes amamos, y de cómo amamos, a veces, a sabiendas, en el error; a veces muy a pesar del dolor.
Nos hemos acercado a los demás y les hemos comprendido leyendo “Soy un punto”. Hemos comprendido el valor del apoyo con “El árbol generoso”. Hemos desvestido nuestro dolor con “El abrigo de Pupa”, y hemos volado y volado muy alto. Hemos gozado de tantas cosas juntos…
Hoy hemos podido compartir la lectura de “El abrazo”, de David Grossman. Con este álbum ilustrado, nos hemos planteado la soledad del ser humano, la más primigenia, la que procede de su condición de ser único e irrepetible en el universo. Ben, un niño con profundo sentido de la reflexión, se ha dado cuenta de que el hecho de que no exista nadie igual a él mismo, le condena a la soledad más absoluta, pues nunca hallará un alma gemela, un espejo en el que reconocerse por completo fuera de sí. Su vértigo viaja a través de una conversación con su madre, que también comprende esa soledad, y que, sin embargo, la vive con la naturalidad de la sabiduría. Sin dolor. Sosegadamente.  Ella le enseña a estar solo. Y le enseña a comprender que en ese estar solo también se está acompañado. De uno en uno, puede también el ser humano ser en los demás. Fundirse en los demás, y formar parte de ellos. Como cada uno es. Específico. Irrepetible. Y quizá, el diseño de nuestro propio físico (nuestros brazos que abarcan tanto) ofrezca una respuesta sencilla, atávica, natural: ser en los demás a través del abrazo.
Lo hemos considerado. Hemos concedido entre todos que el valor de abrazarnos va más allá de la expresión del cariño. El abrazo alivia. Y nos hemos concedido abrazarnos. Los que hemos decidido formar esta sesión, nuestra individualidad, ha compartido en esencia el abrazo sostenido que supone la conversación: el reconocimiento y la comprensión, de todos y cada uno de nosotros en nuestra soledad esencial, formando un grupo, formando un conjunto de vigas posadas las unas en las otras para comprendernos y crecer. Y para no tener miedo.
En SAPAME buscamos estar juntos. Concentramos nuestras fuerzas, para salir de nuestro centro en los demás. La feliz grieta que nos permite ver la luz está en la palabra. La palabra literaria como bálsamo, como vehículo que entra en nosotros, que sale, que abona el alma y que, a su vez arranca sus demonios. Tiene tanto sentido leer en SAPAME… Suenan en voz alta tantos pensamientos que así enarbolados dejan de dar miedo… como la luz cuando al amanecer disipa los monstruos nocturnos de la infancia. Eso son los talleres de lectura en voz alta. Eso hacemos Edu y yo como miembros de Entrelibros: leer en voz alta para encender la luz, la que abona la comprensión amable; la que espanta el miedo y el dolor. La que alivia al concedernos ver (vernos) con otra perspectiva. Esa luz es la que encienden los que integran nuestro grupo, amable y delicado.

Así es. Eso hacemos (todos) en SAPAME. Así nos abraza la palabra cuando en lo profundo se calman las voces temerosas de un yo interior que, al menos un poco en esas tarde, se vuelve claro, se serena. 

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