¡Queridos Compañer@s!
La excursión al Río Dúrcal cambia de fecha, será el primer domingo de agosto, es decir el día 2 de agosto.
Será necesario llevar calzado para el agua ya que la ruta será por el río. Para la hora de comer estaremos de vuelta en Granada. Saldremos desde nuestro punto de encuentro habitual, desde la Cafetería Isla (cerca del Palacio de Deportes) a las 8:00 de la mañana.
Haremos ejercicio, estaremos en contacto con la naturaleza y pasaremos un rato agradable de convivencia.
Si te quieres apuntar llámanos a SAPAME (958290143) para organizar las plazas de los coches que hay disponibles.
¡Os animamos a participar!
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viernes, 24 de julio de 2015
miércoles, 22 de julio de 2015
Relato de nuestra querida Josefa Domingo
Os animanos a lectura de este precioso relato escrito por un querida compañera, Josefa Domingo. Esperamos que lo disfruteis tanto como nosotros.
MI ABUELA MATERNA
Autora:
Josefa Domingo
Siento en mi la
necesidad de escribir, pero no sé qué. Los recuerdos almacenados desde mi
niñez, y sobre todo en mi adolescencia están desordenados y no logro
expresarlos de forma coherente. En medio de todos los recuerdos, de todos los
retazos de historias, de todos los personajes que bailan en mi mente aparece la
figura de mi abuela materna. Siempre he pensado que ella es la principal
culpable – si la necesidad de escribir fuese algo malo – de esta vocación mía
por expresar lo que vivo, lo que siento, lo que he visto y oído a lo largo de
mi historia.
Mi abuela ha sido un
personaje que me ha marcado en mis años de adolescencia, cuando yo pasaba
largas horas a su lado haciéndole compañía y ayudándole en las tareas
domésticas.
Cuando recuerdo a mi
abuela acude a mi mente su imagen enlutada, con su pelo gris recogido en un
moño, trajinando en una casa sin comodidades, agobiada siempre por las tareas
caseras que superaban su capacidad para realizarlas con cierta agilidad, debido
al reumatismo que sufría desde muchos años atrás.
El personaje de mi
abuela estaba envuelto por el encanto y la crudeza que tiene una vida pobre
como la suya, una vida de lucha, tejida día a día por la monotonía de sus
quehaceres, de un sufrimiento que la vida le fue dando a través de la tarea de
ser madre de ocho hijos.
Mi abuela era de un
corazón muy bondadoso, pero de un carácter por lo repetido de sus advertencias,
de sus preocupaciones, de sus lamentos. Solía quejarse una y otra vez de cosas,
que a los que estábamos a su alrededor nos parecían sin importancia, y nos
molestaba vernos obligados a escucharla, pero en el fondo, detrás de esas
pequeñas cosas por las que ella expresaba preocupación, se escondía algo más
grande y profundo.
Creo que solamente
yo, la segunda de sus nietas he sido capaz de comprender a este personaje
singular, porque fui para ella una compañía fiel hasta la hora de su muerte.
Creo haber sido capaz de descubrir por debajo de sus pequeñas manías, de sus
modales y palabras torpes, de su conversación que a veces cansaba, a una mujer
dulce, luchadora, y a una gran mujer en definitiva.
Pero la verdad es que
mi abuela fue siempre una personalidad insípida, no despertaba ni simpatías ni
antipatías como otras ancianas. Tampoco las despertó cuando era más joven.
Algunas veces despertó lástimas en los demás, cuando luchaba por criar a sus
hijos debido a su pobreza y a su poca habilidad para hacerse valorar por los
demás, pues la estima de las personas – en el tiempo y en el ambiente que le
tocó vivir a ella, y de los que yo he recibido una pequeña herencia – más que
en las cualidades de las personas estaba puesta en los medios que tenía para
vivir, es decir, “tanto tienes, tanto vales”. Pero este refrán no resultaba verdadero
en una sociedad como la suya, pues aunque no se tuviera para cubrir las
necesidades esenciales de una manera adecuada, bastaba con aparentarlo muchas
veces, llevando un vestido nuevo, un cierto aire de orgullo, aunque luego
doliera el estómago por estar vacío.
Pues bien, en este
ambiente tan ficticio, una personalidad como la de mi abuela, que no parecía
tener un sello propio que marcara su carácter con rasgos sobresalientes, lo que
decimos hoy, mi abuela no tenía una personalidad “autodefinida”, y seria una
manera de dar a conocer su temple, ella tuvo el suficiente carácter como para
no hacer disimulos de lo que estaba pasando para sacar adelante su casa, ni de
hacer ostentación de lo que tenía. Por esto fue subestimada en muchas
ocasiones, y lo que más duele, fue humillada por sus propios parientes. Pero lo
que más me enternece de mi personaje favorito, es la manera que tenía de
recordar su vida, su historia. Y esta historia suya no era tan suya, porque
ella no pensaba nada en sí misma, era sobre todo la historia de su familia,
sobre todo la de sus ocho hijos.
Además de las muchas
penas que me solía contar, también se refería a su pasado contenta de sus
primeros años de casada, en que mi abuelo, además de trabajar en el campo, era
tratante de animales y vivían con cierto desahogo, ya que todavía no habían
venido al mundo más que dos de sus hijos. Sí, mi abuela fue una recién casada
feliz, que recordaba su casa sencilla, pero muy limpia, y a sus dos primeros
hijos orgullosa de lo bonitos que eran, aunque ninguno de los ocho fue feo, y
menos para una madre. Solía recordar con una memoria prodigiosa las fechas
concretas en que sus hijos estrenaron trajes nuevos que hicieron “gentes”, pues
ella los sacó a pasear, a misa y a las procesiones, con su vestido de percal su
hija María, que acentuaba su bonita cara, y a su hijo Pepe con su gracioso
traje de marinero, que lo hacía más guapo aún. Me describía con todo género de
detalles cada uno de los adornos que tenían los trajecitos, el cómo y en qué
circunstancias los cosió. Estos hechos diminutos quedaron en su memoria
grabados al igual que si hubiesen sido algo glorioso, y se acrecentaba en el
orgullo de una madre por sus hijos, conforme al transcurrir del tiempo.
También me contaba
las manías que tenían sus hijos al ser amamantados por ella, y de las sopas de
harina tostada que les hacía – que en muchas ocasiones no fueron con leche como
requiere la alimentación de un niño – sino hechas con agua, pues debido a la ya
mencionada pobreza no podían ser de otra manera. Eso sí, siempre fueron muy
dulces, mi abuela nunca escatimó el azúcar, pues era muy aficionada a
ésta. También me conozco la forma que
tenían de dormir mis siete tíos y mi madre. Unos lo hacían chupándose el dedo,
otros mordiendo la sábana, a otro le entraba un gran sopor apenas se atiborraba
de sopas, y dormía toda la noche sin que mi abuela tuviera que echarle cuentas
a su hijo, ya que dormía toda la noche.
Después la vida de mi
abuela se fue haciendo cada vez más difícil, conforme iba cargándose de hijos,
y los jornales de mi abuelo no llegaban para cubrir todas las necesidades. Así,
el mayor de los chicos, tuvo que ponerse a trabajar a muy temprana edad, cuando
no era más que un niño de ocho o nueve años, y mi abuela sufrió al igual que mi
abuelo al ver a sus hijos cansados de trabajar a una edad en que sólo hubieran
tenido derecho a jugar y a estar más tiempo en la escuela.
Mi tía María, que era
la mayor de todos sus hijos, marchó de pequeña a vivir con la madre de mi
abuela y se crió más cómodamente. El segundo hijo, que era un chico, heredó el
espíritu luchador de mi abuela, y fue hombre antes de tiempo, que supo ayudar
en la casa con su trabajo desde su más tierna infancia. Mi madre que fue la
tercera, y la única chica que quedó entre los hijos, se responsabilizó junto a
su madre de las tareas domésticas, ayudando en la crianza de sus cinco hermanos
menores que ella.
Durante la Guerra
Civil vino al mundo el último de sus ocho hijos. Aunque sus hijos eran pequeños
y no sufrió las penas de otras madres que tenían hijos en el frente, sí sufrió
los temores que una contienda acarrea a las personas que viven bajo la presión
de ella, y padeció las amenazas de sus vecinos por ser mis abuelos “neutrales”
ante los dos bandos.
Mi abuela, además de
pasarlo mal por vivir rodeada de vecinos hostiles a ellos, lo pasó también muy
mal porque la necesidad aguijoneaba a su familia. Sufría, al igual que mi
abuelo al ver a sus hijos trabajar desde pequeños, y a veces no poder darles
una buena comida. Por eso, como era una buena esposa y una buena madre, ella se
privaba muchas veces de comer, aunque estaba dando el pecho a su hijo pequeño,
para poder ponerles una merienda en condiciones a su marido y a sus hijos, que
niños aún iban a trabajar con el padre. Como era entonces joven y gozaba de
buena salud tenía unas jornadas increíblemente largas de trabajo, aprovechando
las ropas de mi abuelo para hacer trajes a sus hijos, y lavando y remendando la
ropa de toda la familia, que a veces tenía que hacerlo de noche, pues volvían
sucios del campo y no tenían a veces más que dos mudas de quita y pon. Pero a pesar de todo su familia siempre iba
muy limpia y con la ropa muy bien cosida.
Mi abuelo, que era de
un carácter más apocado que el de su mujer, a veces se ponía triste cuando veía
las dificultades y no encontraba más solución para hacerles frente que sus
jornales, que no daban para mucho, pues mi abuelo a los pocos años de casado
dejó los tratos de animales que les habían reportado durante unos años unos
humildes ingresos que resultaron más rentables que un jornal pelado.
Pero ninguno de mis
abuelos fue en absoluto cobarde. Los dos se gastaron con generosidad día a día,
cada uno a la manera que le correspondía, pero los dos unidos en la lucha común
de ser padres de una gran familia. Así mi abuelo se vio obligado a trabajar con
una yunta por un jornal, y cuando no podía ganarlo en su propio pueblo, se fue
a la “campiña” a seguir arando las tierras de otros lugares y ganar el sustento
de su familia. Soportó fuera de su tierra, hambre, calor, lluvia y frío. Mi
abuela sabía de las dificultades de su marido en otros lugares, pero tenía que
aceptarlo esto con el corazón contraído por la soledad, y el pesar de la
responsabilidad de ser padre además de madre, cuando el marido estaba ausente.
Fueron éstos años
difíciles para ellos, y esta soledad que vivió mi abuela es la que fue
acumulando lamentos en su alma, que no expresó hasta años más tarde, cuando ya
sus hijos la podían comprender, y ella los manifestaba por medio de sus advertencias,
sus regañinas, sus preocupaciones repetidas por cosa de poco fundamento, pero
que no eran más que el desahogo de la honda preocupación que había estado
latente y callada en años atrás.
En los años de
postguerra, mis abuelos se fueron a vivir a un cortijo en donde arrendaron unas
fanegas de tierra para cultivar. Aunque ya eran “labradores” mi abuelo y
algunos de mis tíos que ya estaban entrando en la mocedad seguían trabajando en
la calle, ganando un jornal, y uno de ellos, el mayor de los chicos se dedicó
al “estraperlo”, o lo que es igual, al contrabando de granos y aceites, ya que
la situación de España estaba propicia para el mercado negro, debido a la
escasez de víveres.
Aunque la economía de
la familia mejoró, no fue poca la pesadumbre que esta actividad de mi tío
ocasionó a mi abuela. Lo veía partir, a veces a altas horas de la noche con los
caballos cargados de género con el que iba a comerciar, siempre ocultándose
para que la guardia civil no lo detuviera y le quitara las cargas que llevaba.
Mi abuela quedaba desvelada pensando en la dura labor de su hijo que atravesaba
los campos a oscuras y solo. Algunas veces la benemérita llegó hasta el cortijo
en busca de él, y todos se alarmaban pensando en lo que les podría ocurrir si
le encontraban la mercancía con la que traficaba. Otras noches mi abuela
quedaba levantada hasta altas horas esperando que volviera, preocupada si
tardaba, por si le habría ocurrido algo, sobre todo cuando era invierno y los
temporales de lluvia hacían los caminos intransitables. Fueron muchas las
noches en que mi abuela no se acostó por unas y otras causas, entre otras,
además de la ya citada del estraperlo, ella pasaba las noches lavando y
cosiendo la ropa de toda la familia, pues el día resultaba corto para los muchos
quehaceres que da a una madre una numerosa casa de hombres, aunque contaba con
la ayuda de mi madre.
Pero a pesar de todos
los temores que sufrió por sus hijos, también tuvo la alegría de verlos hechos
unos hombres que sabían luchar por su casa, y ayudar a levantar la economía con
el esfuerzo y la fatiga, al igual que habían visto en sus padres, ellos no
dudaron en seguir su ejemplo.
El mayor de los
varones, el tío Pepe, el estraperlista fue casi un padre para todos sus
hermanos. Estaba pendiente de las necesidades de cada uno, y cuando volvía de
sus viajes, siempre regresaba con ropa y calzado para todos ellos, cuando veía
que les hacía falta. Mi abuela recordaba con emoción los detalles de su hijo
para con ella. Me refería como una vez volvió al cortijo con una estupenda
máquina de coser cargada en el caballo, que la había comprado para que ella no
anduviera más el camino hasta el pueblo para coser las camisas de ellos, en la
casa de alguien de su familia extensa.
Mi tío salió a su
madre en el espíritu luchador. Mi abuela no dudó nunca en salir a comprar fiado
a las tiendas, o en pedir a algún familiar más acomodado que ellos, para que a
su familia no les faltara de nada. Y a veces, no dudó en recorrer hasta tres
veces al día el camino que separaba el cortijo del pueblo, que eran unos
cuantos kilómetros para buscar víveres, pues no había otra cosa que
satisficiera más a mi abuela que la comida, disfrutaba poniéndoles una buena
mesa a los suyos, y siempre obsequiaba con ella a quienes visitaban su casa, y
cuando las cosas les iban mejor, siempre ofrecía un plato de comida a cuántas
personas pobres iban por el cortijo pidiendo.
Aunque al principio
dije que mi abuela no había sido una anciana simpática como otras abuelitas que
he conocido, sí es recordada por los muchos paseos que dio del cortijo hasta el
pueblo buscando de una u otra manera como atender las necesidades de su familia
en todos los aspectos, pues era una mujer con un instinto materno muy grande,
luchaba como una leona por el bienestar de los suyos.
Después de pasar unos
diez o doce años en el cortijo, volvieron a vivir al pueblo, y pudo ver cómo
sus hijos se fueron casando y formando su propio hogar, así como también los
vio emigrar a Barcelona en busca de un porvenir que fuese más cómodo y seguro
de lo que había sido el pasado para sus padres.
Muchas fueron las
cartas que se cruzaron entre ella y sus hijos, aunque ella no sabía leer ni
escribir, se escribían con mucha frecuencia. Ella siempre encontraba quien le
leyera y escribiera las cartas. En los primeros años fue mi madre, y después
buscaba a sus nietos, para que éstos la comunicaran con sus hijos que estaban
lejos. ¡Y cómo le gustaba hacerles las mismas advertencias que les hacía cuando
estaban a su lado! Quería que plasmáramos en el papel las mismas preocupaciones
y lamentos que estaba acostumbrada a hacer casi de forma mecánica, llevada por
ese espíritu masoquista y fatídico que una penosa vida imprime el carácter de
quienes la padecen.
Casi siempre a mí –
que hice de secretaria suya en los últimos tiempos – me hacía leer varias veces
las cartas que le escribía, para asegurarse que había sido fiel a lo que ella
me había ido dictando. Y como no se conformaba con decir una sola vez ¡hijo de
mi alma!, ¡cuánto me acuerdo de ti!, ¡qué lástima, qué lejos estáis!, pues a
veces había que engañarla, haciéndole ver que habíamos escrito las cosas que
ella quería. Yo, tenía la suficiente imaginación como para inventar cuando le
leía las cartas que ellos mandaban, y las que yo escribía, aquello que a ella
le gustaba oír y mandar decir a los suyos.
Guardaba todas las
cartas de sus hijos, y cuando íbamos a escribirles las sacaba todas, cuidando
de que no quedara sin responder a nada de lo que ellos habían comunicado. A
veces había que insistirle una y otra vez para hacerle comprender que algunas
de esas cartas eran muy antiguas y ya se había contestado al contenido de todas
ellas. Al cabo de mucho repetírselo quedaba un poco conforme, aunque nunca
quedaba satisfecha del todo, pero a veces no insistía para no hacernos enfadar.
Al recordar a sus
hijos, siempre solía narrarme algunos recuerdos que tenía de ellos, bien de
cuando eran pequeños, de cuando volvían a casa después del trabajo, de cuando
andaba mi tío en el estraperlo, de mi madre, etc. Así fui aprendiendo un poco
la vida de ellos y la manera de ser de mi abuela, y comprendiendo lo mucho que
había amado a su familia. Así es como llegó al final de su vida, pendiente de
las cartas de sus hijos, de sus achaques, de las vacaciones del verano en que volvían
unos días para estar a su lado... La vida últimamente para ella giraba en torno
al verano en que recibía las visitas de sus hijos con sus nueras y nietos, y
por las que se agobiaba mucho pensando que no tenía la casa limpia, que ella no
les podía atender bien debido a su vejez y sus enfermedades, etc. Pasaba su
vida casi siempre en lamentaciones. Se lamentaba cuando iban a venir a verla, y
seguía lamentándose cuando marchaban sus hijos y sus nietos porque se alejaban
de ella y quizás fuese la última vez que los hubiese visto, o porque no les
había podido hacer los cumplidos o darles todas las atenciones que le hubiera
gustado.
Cuando mi abuelo
murió, vino a vivir a casa con nosotros. Creo que pasó los tres años más
tranquilos de su vida. Al cabo de ese tiempo, un día amaneció muy enferma y
tuvo vómitos de sangre. El médico dijo que le avisaran a sus hijos que estaban
fuera, porque la muerte era inminente. Ella estaba muy lúcida, acordándose de
todos y dándose cuenta del trajín de mi madre en atender su gravísimo estado.
El médico vino ese día muchas veces a visitarla. Durante la última visita,
cuando la vida se le escapaba a chorros, y todos esperábamos un último lamento,
una queja, pues estaba consciente, volvió su mirada al médico que la había atendido
durante años y le dijo: “Don Juan, ¿no quiere usted tomarse un café con un
trozo de bizcocho? Pues tú Clotilde ve y te lo tomas con un vaso de leche, que
no has comido en todo el día”. El médico se quedó perplejo. Instantes después
moría.
martes, 21 de julio de 2015
Próxima Excursión con SAPAME, día 22 de julio.
Para este miércoles, 22 de Julio de 2015, tenemos programada
una ruta de senderismo de tarde, desde el antiguo "Cortijo Sevilla"
(La Zubia) hasta la llamada "Boca de la Pescá".
Quedaremos en el lugar habitual, rotonda de la
"Cafetería Isla" (cerca del Palacio de Deportes), a las 18:30h.
Animaos.
Os esperamos.
viernes, 17 de julio de 2015
"Tarde de senderismo por el Pantano de Quéntar" (8 km aprox.)
Ayer, 16 de Julio de 2015, hicimos una ruta de
senderismo por la tarde, desde el Pantano de Quéntar, donde dejamos los coches,
pasando por el alojamiento rural "Cortijo de la Argumosa", el cual
tiene una historia desde el S.XVII, cuando los Reyes Católicos
entregaron los terrenos al Marqués de la Argumosa y en la actualidad es un gran
complejo turístico de respiro en un paraje espectacular.
Continuamos
hasta llegar a la Casa rural "Fuente de la Teja", que pertenece a Gúejar Sierra. A la vuelta, pudimos
apreciar el atardecer e incluso se nos hizo de noche al llegar a los coches.
¡Fue una tarde muy agradable junto a los compañeros!
Os animo a ver las fotos de la excursión.
Redacción y fotografía: Olivia Alonso.
Próxima excursión Río Dúrcal, sábado día 25 de julio.
¡Queridos Compañer@s!
Las excursiones están siendo todo un éxito por ello continúan. Nuestro compañero Antonio Álvarez ha propuesto una nueva ruta, esta vez al río Dúrcal para el sábado día 25 de julio.
Será necesario llevar calzado para el agua ya que la ruta será por el río. Para la hora de comer estaremos de vuelta en Granada. Saldremos desde nuestro punto de encuentro habitual, desde la Cafetería Isla (cerca del Palacio de Deportes) a las 8:00 de la mañana.
Haremos ejercicio, estaremos en contacto con la naturaleza y pasaremos un rato agradable de convivencia.
Si te quieres apuntar llámanos a SAPAME (958290143) para organizar las plazas de los coches que hay disponibles.
¡Os animamos a participar!
miércoles, 15 de julio de 2015
Fotos Excursión Güéjar-Sierra.
El pasado 11 de Julio de 2015, desde el barranco de San Juan a río Guarnón, los compañer@s realizaron una ruta de 15km en Güéjar-Sierra.
Un espacio junto con la naturaleza y un rato de convivencia y compañerismo dio lugar a una agradable jornada de senderismo. Por todo ello se está repitiendo esta dinámica semana tras semana.
Asi que si estás interesad@ apúntate a la próxima excursión.
¡Aquí os dejamos una muestra de la última ruta realizada!
Fotos realizadas por: Olivia Alonso.
Un espacio junto con la naturaleza y un rato de convivencia y compañerismo dio lugar a una agradable jornada de senderismo. Por todo ello se está repitiendo esta dinámica semana tras semana.
Asi que si estás interesad@ apúntate a la próxima excursión.
¡Aquí os dejamos una muestra de la última ruta realizada!
Fotos realizadas por: Olivia Alonso.
martes, 14 de julio de 2015
Próxima Excursión Veraniega con SAPAME.
¡ Los compañer@s ya han planeado otra salida!
Esta vez va a ser entre semana y por la tarde, para
aprovechar el fresco de la tarde y apreciar los colores del atardecer.
Va a ser este jueves, 16 de Julio, por el Pantano de
Quéntar, y desde ahí Antonio Álvarez nos guiará.
Quedamos a las 19:00 horas en la rotonda de la cafetería
"Isla", cerca del Palacio de Deportes, y desde allí iremos en coches
hasta el pantano.
Os animamos a tod@s, esta vez será más corta y así los
indecisos podéis venir y probar.
¡¡¡ Nos vemos el
jueves!!!.
(Para
más información llama a SAPAME al 958290143).
jueves, 9 de julio de 2015
Próxima Excursión a la zona de Güéjar.
El próximo sábado 11 de Julio varios compañer@s de la Asociación realizarán una excursión por la zona de Güéjar. Si estás interesado nos vemos este sábado a las 8:00 de la mañana en la puerta de la cafetería "Isla" que hay por la zona del Palacio de Deportes. Iremos desde allí en coches.
Para más información ponte en contacto con la Asociación (958290143).
¡Os esperamos!
Para más información ponte en contacto con la Asociación (958290143).
¡Os esperamos!
martes, 7 de julio de 2015
Excursión veraniega con SAPAME
El día 5 de julio de 2015,
domingo, unos cuantos compañeros de SAPAME quedamos para hacer una excursión a
los Cahorros, iniciativa que partió del compañero Antonio Álvarez.
La
excursión comenzó en la zona de aparcamientos, ubicada en las cercanías de Monachil,
al lado del restaurante El Puntarrón. La ruta va siempre paralela al rio, con
mucha vegetación y frescura, se ven unas vistas impresionantes de los tajos de
Los Cahorros, zona frecuentada por aficionados a la escalada en roca. Se
atraviesan varios puentes colgantes que dan algo de miedo, pero que el grupo de
“valientes” superó sin dificultad.
La excursión llegó a la antigua Central
Eléctrica, que ya está abandonada y se utiliza como establo. Allí se hizo un
descanso, se tomaron unos bocadillos y se bebió abundante agua. La vuelta fue
mucho más amena porque ya se veía el final de la excursión y estaba más cerca
el merecido descanso con un refresco y una tapa en el Restaurante El Puntarrón,
que nos sentó de maravilla, donde por cierto actúa, Martin Rago, la persona que
lleva el taller de musicoterapia, el próximo día 19 de julio, por la
tarde-noche.
Un saludo, y esperamos que en la
próxima excursión se apunte mucha más compañeros.